Al igual que el año pasado dedicamos un post a la Cumbre Mundial del Cambio Climático que se celebró en Paris, este año, una vez más vamos a dedicar un pequeño espacio a la cumbre mundial que se está celebrado esta semana en Marrakech.
Ya las expectativas que se pusieron en París sobre concienciar de la importancia del cambio climático y la necesidad de tomar medidas por reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera fueron prácticamente insuficientes, esperemos que este año se ponga la carne en el asador y se consigan mejores resultados que los esperados el año pasado.
La necesidad por reducir esas emisiones es notoria, la comunidad científica lo anuncia a gritos y, sin embargo, las grandes potencias mundiales que más contaminan: EEUU (aún más con un presidente recién elegido que quiere "cancelar" el Acuerdo de París y que para liderar la agencia Trump ha elegido a un negacionista del cambio climático), China, India... Junto a países como el nuestro, cuyo presidente ni se presenta en la conferencia (sí bien, aprovecha su visita de entrevistarse con el rey de Marruecos para acercase a la COP y hacerse un par de fotos) donde se comienza a marcar el rumbo de las negociaciones climáticas e impulsar avances y acciones dirigidas a cumplir el Acuerdo de París. Hacen oídos sordos a estos resultados tan evidentes que vaticinan un futuro incierto y preocupante, más que para nosotros mismos, para nuestros hijos y, peor aún, nuestros nietos. ¿Qué les vamos a dejar? ¿qué herencia van a tener?
Muchas veces es mejor ni pensarlo porque si no se te pueden quitar las ganas de dejar descendencia.
Es por ello que, la semana pasada se celebró en Marrakech la Cumbre Climática, en la que los ministros de Energía y de Medio Ambiente de unos 160 países alcanzaron un acuerdo para la aplicación del Protocolo de Kioto sobre emisión de gases contaminantes.
Los motivos de disputa han sido:
* Los cupos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero por parte de los países desarrollados.
* El derecho de uso de determinados privilegios ecológicos para los países que incumplan el Acuerdo de Kyoto.
* Las repercusiones económicas sobre los países productores de petróleo de la disminución en el consumo de este combustible.
* Y la obligación a informar sobre los sumideros de dióxido de carbono.
La disputa más grave fue la que afectó a Rusia. Durante la cumbre de Bonn, a cada país se le aplicó una cantidad máxima de toneladas de carbono que podía descontar del saldo total por sus actividades forestales. Rusia demandaba que esta cifra fuera de 33 millones de toneladas, pero entonces sólo se le concedieron 17 millones, finalmente se aceptó su petición de ampliar la cuota.
El acuerdo de Marraquech pondrá fin a casi cuatro años de negociaciones destinadas a fijar modalidades de aplicación que permitan a los países industrializados respetar sus cotas de emisión definidas en Kioto, sin comprometer la competitividad de sus industrias.
Los países firmantes del Protocolo de Kioto poseen ahora la herramienta necesaria para iniciar la ratificación parlamentaria en los respectivos países. El Protocolo ha sido ratificado hasta ahora por 40 países no industrializados. Kioto entrará en vigor noventa días después de que sea ratificado por un mínimo de 55 países cuyas emisiones representen el 55 por ciento del total mundial.
En la Cumbre de Marrakech urge multiplicar la ambición en la reducción de emisiones. El Acuerdo de París asume el objetivo formal de contener el incremento de temperatura global en 1.5ºC. Sin embargo, la suma de los anuncios nacionales de reducción de emisiones registrados en París nos coloca en una trayectoria de incremento de temperatura de 3ºC. Eso, suponiendo que todos los países efectivamente ejecutan al completo sus planes de mitigación. Para los menos cándidos que se pregunten qué pasaría en caso contrario, el Banco Mundial describió hace algunos años un mundo donde la temperatura global incrementase en 4ºC:
* Olas de calor de una magnitud y duración sin precedentes,
* incremento del número e intensidad de ciclones tropicales,
* sequías devastadoras y hambrunas,
* incremento de la temperatura y el nivel del mar con la desaparición de ecosistemas, inundación de ciudades costeras...
Todo ello es evitable. Existen soluciones y tecnologías económicamente viables que nos alejan de ese escenario. Es necesario apostar por ellas: invirtiendo hoy en la transición energética y desincentivando el uso de combustibles fósiles. Demasiados países están haciendo exactamente lo contrario. Se trata de una decisión política. Al alcance de los políticos que se supone responden al interés común y no a los intereses de un lobby. En mano de los Gobiernos que se reúnen en Marrakech. De quienes esperamos que nos permitan seguir sonriendo. O como mínimo seguir respirando.
Y tú, ¿qué tienes que decir?